Yo nací en Tijuana y toda mi vida he pertenecido a la comunidad del Murúa y el Chilpancingo. En el colectivo llevo 20 años y gracias a él he tenido oportunidad de conocer muchos lugares inesperados, pero también me he enterado de cosas que no imaginaba que afectan a mi comunidad, a mi familia e incluso a mi propio cuerpo.
Originalmente me integré al Colectivo como cuidadora de niños, para que sus mamás y papás pudieran tener reuniones sin preocuparse porque estuvieran bien atendidos y entretenidos. Después de varios meses, sobre todo por la necesidad y el deseo de darles un ambiente más seguro a mis hijas, quise informarme y para poder entrar a las reuniones propuse que se rotara el cuidado de los niños. A partir de entonces me integré más activamente a proyectos como la grabación del documental “Maquilápolis“.
El documental se presentó en 2007 como parte de la gira Ambulante, en la que participaban Diego Luna y Gael García. Durante las giras para su presentación tuve oportunidad de viajar a Barcelona, donde el documental ganó un primer premio por el aplauso del público. También visitamos con él lugares en Estados Unidos, como San Antonio, San José y Oxford en Texas, y en México, Monterrey, Guadalajara, Puebla y Tamaulipas.
De haber participado en el documental y su promoción aprendí, además del proceso de grabación, que es importante que toda la población conozca sobre esos temas. Mucha gente piensa que porque son cosas que suceden en una comunidad lejana no les afectan pero por ser asuntos de justicia y medio ambiente nos deben importar a todos.
También gracias al trabajo en el Colectivo comprendí por qué hace 26 años perdí un embarazo de seis meses. En aquel entonces yo no había tenido ningún problema pero un día tuve fuertes dolores en el abdomen y empecé a sangrar. Cuando fui a revisión médica, sin que el doctor o nadie pudiera explicar los motivos, coincidí con otras 20 o 25 mujeres embarazadas con el mismo problema.
Cuando preguntaron de dónde íbamos, la mayoría respondimos que del Murúa, Otay, Loma Bonita y el Chilpancingo. Yo perdí a mi bebé y en aquel entonces mi preocupación era por qué me había pasado a mí. Años después supe que había una fuerte contaminación de plomo en mi comunidad, en gran parte por la planta de Metales y Derivados, que en 1995 seguía sin ser sellada.
Más tarde, con las mediciones de plomo en la sangre de los niños, nos enteramos también de los riesgos a los que estaban expuestos nuestros hijos y hemos aprendido a organizarnos y ponernos en acción para poder conseguir comunidades lo más seguras posible.
Finalmente, mi inquietud inicial, que era proteger a mis hijas, sí fue atendida, pero no solo en el sentido directo de cuidarlas y ofrecerles un entorno más limpio: también al informarlas y ponerles el ejemplo de organización y lucha les hemos pasado la estafeta a ellas, a los hijos de las demás compañeras, y a sus hijos, para que en el futuro sean quienes luchen por lo que merecen, que es un entorno saludable. Ahora estoy emocionada porque mis nietos participan en el grupo de jóvenes.

